martes, 26 de febrero de 2013

Prólogo: Derek

Prólogo: Derek
Odio y repulsión, solo eso sentía por la vida que tenía que vivir.
Lujos por doquier, grandes castillos, empleados que harían lo que fuera por cumplir con el más ínfimo deseo que tuviese, suena como la vida perfecta para algunos, pero para mí era una tortura. Era una vida vacía, familias rotas, envidia por doquier, todos son enemigos, una vida así solo me provocaba asco, tristeza, dolor y sufrimiento.
Era un príncipe de un reino inmortal, todos los súbditos y nobles eran siempre los mismos, nadie cambiaba, o al menos no moría nadie por razones naturales. Siempre vivíamos bajo la sombra de un posible asesinato contra algún miembro del reino, no importaba cuantos guardias se tuviesen, siempre aparecía alguien muerto después de alcanzar la mayoría de edad, un número tan grande de años que no cualquiera calificaba para ser asesinado.
Traslum era mi hogar, el castillo de mi padre se ubicaba en  el centro de la ciudad, todo estaba al alcance del poder familiar.

-Príncipe Derek, es la hora-dijo un criado mientras realizaba una torpe reverencia.
Me levanté de la incómoda silla en la que estaba sentado, la ropa formal que tenía que utilizar ese día resultaba molesta, se apretaba en zonas donde no era necesario y en otras la sentía grande, según mi madre esa era la vestimenta correcta, pero eso junto con la horrible corona en mi cabeza solo me provocaban malestar. Ese día tenía que asistir al baile para la nobleza de Hankierv, el gran lugar donde todos vivíamos, divido en reinos para las distintas criaturas sobrenaturales que cohabitan aquí.
La realeza vampírica ya estaba aquí, y yo, junto a mis padres y mi hermano Christoph debíamos complacer sus deseos, todos debíamos complacer a los reyes y la princesa Evangeline, conocida como la salvadora y destructora. Mi opinión sobre las antiguas leyendas era diferente a la de los demás, no me interesaba saber si eran verdad o no, las leyendas y las predicciones de Cirenia me resultaban indiferentes, muchos me consideraban escéptico.
Lentamente bajé los escalones desde mi habitación hasta el salón principal, donde se encontraban todos los invitados de esa noche. Al llegar me encontré con un grupo de aduladores que solo buscaban el favor real, aparte a todo aquél que se me acercase demasiado con palabras ensayadas frente al espejo, solo quería ser visto, cenar y luego desaparecer discretamente, pero no resultaba sencillo cuando se era el legítimos heredero al trono nefilim.
Los grupos de personas giraban a mí alrededor, los intentaba evitar para lograr situarme junto a mi familia en el palco real, pero me era difícil huir de algún grupo cuando otro ya estaba esperando por mí.
Calculé que habían pasado cerca de veinte minutos hasta que logré sentarme a la derecha del trono de mi padre, en cuanto logré acomodarme en el asiento la reprimenda inicio, había llegado tarde de nuevo, por eso debía recompensar al criado al que había logrado convencer para que me avisase en cuanto llegara la familia real de los vampiros, así había logrado evitar todo el desfile de nobles.
-Debería aprender a ser puntual, cuando seas rey deberás cumplir con vuestra obligación y no permitir ser irresponsable.
-Cuando sea rey lo intentaré y si no lo logro siempre podré vivir en una cueva y dejar que Christoph gobierne-respondí cansado de su intento por lograr que quisiera ser rey.
-Cuando vivas en una cueva y Christoph reine volveré de mi tumba y quemaré Hankierv hasta que no quede qué gobernar.
-Exageras, padre, no es gran cosa, Christoph desea este mundo de riquezas y poder, yo solo deseo alejarme de tanto aduladores que solo buscan el poder que nunca podrán tener.
-Derek, ¿qué puedo hacer con esta actitud vuestra?
-Dejarla libre y que logré cumplir su mayor deseo.
-No lo creo. Calla y sé cortés con nuestros invitados.
-Siempre soy encantador con los invitados aunque por dentro desee deshacerme de ellos e irme a dormir plácidamente.
Escucho a mi padre rechinar los dientes con tanta fuerza que parecía que se fueran a romper en cualquier momento, siempre era lo mismo, él intentaba que yo quisiera ser rey, yo rechazaba sus intentos con frases tan repetidas y trilladas que las podía decir hasta dormido.
Siempre era lo mismo, mi vida era una continua repetición del mismo día: cumplir mis deberes como príncipe en contra de mi voluntad, aprender como ser un rey, rechazar el ser rey ante mi familia pero pretender ser el perfecto heredero ante el pueblo y los nobles, siempre lo mismo, pero todo eso iba a cambiar.
Ya no soportaba la misma vida aburrida que estaba obligado a tener, necesitaba un cambio. El insomnio que padecía había provocado que conociera el bajo mundo nocturno, mis continuas huidas a mitad de la noche era desconocidas para casi todos, excepto algunos criados que me ayudaban a escapar, los dueños de los lugares que visitaba, los cuales nunca reconocían que era su príncipe, era simplemente imposible que la realeza entrase a la zona roja de la ciudad, esa era una idea inconcebible para cualquiera. Realmente nadie sabía a dónde iba cuando salía del castillo a media noche, solo él, pero ese era su secreto, nadie lo sabría nunca.
Esos momentos a altas horas de la noche, cuando los títulos no importaban, cuando todos eran desconocidos, esos momentos eran los que lo hacían sentir vivo, esas pocas horas siendo un total desconocido para todos a su alrededor, incluso para sí mismo lo hacían sentir bien, libre. Por esos momentos de libertad cambiaría su riqueza, su posición y poder, solo por poder esconderse en la invisibilidad de ser una sombra en la oscura noche que se abría a mil posibilidades diferentes para aquellos que sabían dónde y  como buscarlas.
Así se pasaba su vida, deseando un cambio, pero sin intentarlo realmente, escapando de su mundo conocido hacia aquel del anonimato total. Un día lo intentaría, saldría de ese estúpido castillo y nunca regresaría, moriría como cualquier otro, sin miedo, totalmente libre.

3 comentarios:

  1. Lo terminé de leer, me gustó. Dan ganas de seguir la historia. La felicito.

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