Capítulo II: Unos meses después
Pasaban los días con una lentitud inusitada que provocaba que mi
desesperación creciera, pero por más que odiara los días encerrado lejos del
sol, a veces llegaba a creer que las noches eran peores.
Pasaban semanas antes de que visitara alguna fiesta solo para mantener
las apariencias y para obtener trabajos que no podían ser simplemente
entregados en la granja. Mis noches pasaban de la misma forma: cuatro días a la
semana pasaba con Axel, endureciéndolo, volviéndolo en el ser frío que deseaba
ser, no sabía que me había convencido, si su patética vida o su penoso ruego,
cada día era un poco más fuerte, había aprendido a luchar como un verdadero
vampiro —usando sus dientes como su arma más fuerte, pero sin utilizarlos en
cada golpe— lo haría.
Los otros tres días me iba a hacer los trabajos por los que me
pagaban, algunos días mi nuevo pupilo me acompañaba, pero le duplicaba el entrenamiento
si vomitaba o lloraba.
En todo el tiempo que había pasado no había hecho los trabajos que
Axel me había pagado — Alis, Gwennie, Ingrid, Micaela, Seth, Besarion, Mara,
Catalia, Ione— retrasándolos para el momento en que él estuviera listo para su
primer trabajo, y el primero sería justo el que me había pedido hacer meses
atrás.
Esa noche estaba en un bar de la ciudad central de Dextor, Axel estaba
de pie detrás de mi silla mientras le ganaba a todos en las cartas. Todos los
que perdían contra mí se mantenían en silencio, aceptando su derrota, pero
cuando perdían contra otros no dejaban de alegar que habían hecho trampa o algo
similar.
Yo me mantenía en silencio contemplando las riñas que empezaban y
terminaban con rapidez. Mi rostro inexpresivo, pero mi cerebro vigilando a cada
ser dentro de la taberna. Axel estaba aprendiendo a mantenerse atento al igual
que yo, pero su posición era rígida y controlada, todavía le faltaba aprender a
parecer relajado y tranquilo, me obligué a recordar que debía hacerlo practicar
eso mucho más.
Miré las cartas en mis manos, no tenía forma de ganar esta ronda,
ocupaba que los demás tuvieran una peor mano que la mía. Escuché como Axel se
movía nervioso, ese chico era de mala suerte, me salí de la ronda antes de
perder algo del dinero que ya había logrado acumular frente a mí. Giré mi
cabeza y le dirigí a Axel una mirada que podría matar al mismo Diablo si
estuviera dirigida a él.
Noté como se tensaba aun más, dio un paso atrás y se volteó, se
dirigía a la barra. Un noble oculto entre pobres, eso era lo que era ese chico,
no sabía lo que era vivir con escases, luchando por vivir, solo sabía obtener
lo que quería cuando lo deseaba, no estaba acostumbrado a no poder saciar su
sed cuando deseaba, y bajo mi control pasaba más hambre de la que esperaba, no
podía hacer de padre con él y mimarlo, darle dinero cuando lo deseaba, el único
dinero que obtendría sería el que me dio para hacer su trabajo sucio, y que
ganaría totalmente si asesinaba a los que quería que yo acabara.
Pisadas fuertes se abrieron paso entre la multitud, un guardaespaldas
iba escoltando a una joven de cabello rubio como el sol, iba con un vestido
naranja, se podía observar que no pertenecía a este lugar, no pertenecía a
Dextor, era una intrusa en la taberna llena de maleantes y borrachos, si se
apartaba de su guardaespaldas por tres segundos amanecería en una cuneta sin
dinero, ropa y ultrajada, de eso no había duda.
Aunque algo en su rostro me resultaba intrigante, sus rasgos me
resultaban familiares, era como si fuese familia de alguien que conocía, la
hermana de alguien, la prima, la…
Me giré por completo para poder ver la barra donde Axel estaba dándole
la espalda a la puerta, aun no había notado que poco a poco el bar se iba
quedando en silencio, pero era cuestión de tiempo. Noté como movió la cabeza
ligeramente, ya lo había notado, su mano estaba colocada estratégicamente cerca
de su arma, solo armas de filo, las mismas que yo usaba.
Lentamente guardé el dinero ganado en el juego en mi bolsillo y saqué
la navaja pequeña, la que podía ocultar en la mano, no quería que
guardaespaldas me atacara si me veía con un arma. Me puse en pie y me acerqué a
Axel mientras este se giraba y se congelaba al ver a la chica recién llegada.
Sus miradas se encontraron, y en los ojos de ella saltaron las
lágrimas. Correteó hacia a Axel y le lanzó los brazos al cuello, él parecía una
estatua tallada en marfil, su rostro tan pálido como la luna, sus ojos abiertos
de par en par por la sorpresa.
—Hermanos, ¿adivino? —interrumpí su momento, aunque Axel fuese un
pésimo estudiante me debía su lealtad, no lo había asesinado por invadir mi
granja y lo había aceptado como aprendiz, el que mandaba era yo.
—Yo… Gwe… No… —Axel tartamudeaba, no podía formar las palabras que
deseaba—. Suéltame, —dijo al fin, su voz tan fría como el hielo.
La chica del vestido naranja se apartó sorprendida y atemorizada, al
parecer esa reacción no era la que esperaba.
—Ax, ¿qué pasó? ¿Qué haces aquí? Nuestros padres te han buscado por
todos lados, pero…
—Estoy aquí por cuenta propia, huí de casa y no planeo volver, le debo
mi lealtad a alguien más. Puedes regresar a Helcron y decirle a tus padres que
ya no soy su amado hijo.
Sonreí con suficiencia, el chico no era tonto, sabía lo que le
convenía, alejarse de mí no le serviría, contemplé a la chica cubrirse la boca
con su enguantada mano.
—¿Por qué no nos vamos? Estamos llamando la atención. Axel, —ordené.
Caminamos frente a las miradas de todos en el bar, la chica y su
guardaespaldas nos seguían, entonces lo recordé. Gwennie. Ese nombre, era su
hermana, y su primer trabajo solo.
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