miércoles, 27 de febrero de 2013

Capítulo II: Arnau


Capítulo II: Unos meses después

Pasaban los días con una lentitud inusitada que provocaba que mi desesperación creciera, pero por más que odiara los días encerrado lejos del sol, a veces llegaba a creer que las noches eran peores.
Pasaban semanas antes de que visitara alguna fiesta solo para mantener las apariencias y para obtener trabajos que no podían ser simplemente entregados en la granja. Mis noches pasaban de la misma forma: cuatro días a la semana pasaba con Axel, endureciéndolo, volviéndolo en el ser frío que deseaba ser, no sabía que me había convencido, si su patética vida o su penoso ruego, cada día era un poco más fuerte, había aprendido a luchar como un verdadero vampiro —usando sus dientes como su arma más fuerte, pero sin utilizarlos en cada golpe— lo haría.
Los otros tres días me iba a hacer los trabajos por los que me pagaban, algunos días mi nuevo pupilo me acompañaba, pero le duplicaba el entrenamiento si vomitaba o lloraba.
En todo el tiempo que había pasado no había hecho los trabajos que Axel me había pagado — Alis, Gwennie, Ingrid, Micaela, Seth, Besarion, Mara, Catalia, Ione— retrasándolos para el momento en que él estuviera listo para su primer trabajo, y el primero sería justo el que me había pedido hacer meses atrás.
Esa noche estaba en un bar de la ciudad central de Dextor, Axel estaba de pie detrás de mi silla mientras le ganaba a todos en las cartas. Todos los que perdían contra mí se mantenían en silencio, aceptando su derrota, pero cuando perdían contra otros no dejaban de alegar que habían hecho trampa o algo similar.
Yo me mantenía en silencio contemplando las riñas que empezaban y terminaban con rapidez. Mi rostro inexpresivo, pero mi cerebro vigilando a cada ser dentro de la taberna. Axel estaba aprendiendo a mantenerse atento al igual que yo, pero su posición era rígida y controlada, todavía le faltaba aprender a parecer relajado y tranquilo, me obligué a recordar que debía hacerlo practicar eso mucho más.
Miré las cartas en mis manos, no tenía forma de ganar esta ronda, ocupaba que los demás tuvieran una peor mano que la mía. Escuché como Axel se movía nervioso, ese chico era de mala suerte, me salí de la ronda antes de perder algo del dinero que ya había logrado acumular frente a mí. Giré mi cabeza y le dirigí a Axel una mirada que podría matar al mismo Diablo si estuviera dirigida a él.
Noté como se tensaba aun más, dio un paso atrás y se volteó, se dirigía a la barra. Un noble oculto entre pobres, eso era lo que era ese chico, no sabía lo que era vivir con escases, luchando por vivir, solo sabía obtener lo que quería cuando lo deseaba, no estaba acostumbrado a no poder saciar su sed cuando deseaba, y bajo mi control pasaba más hambre de la que esperaba, no podía hacer de padre con él y mimarlo, darle dinero cuando lo deseaba, el único dinero que obtendría sería el que me dio para hacer su trabajo sucio, y que ganaría totalmente si asesinaba a los que quería que yo acabara.
Pisadas fuertes se abrieron paso entre la multitud, un guardaespaldas iba escoltando a una joven de cabello rubio como el sol, iba con un vestido naranja, se podía observar que no pertenecía a este lugar, no pertenecía a Dextor, era una intrusa en la taberna llena de maleantes y borrachos, si se apartaba de su guardaespaldas por tres segundos amanecería en una cuneta sin dinero, ropa y ultrajada, de eso no había duda.
Aunque algo en su rostro me resultaba intrigante, sus rasgos me resultaban familiares, era como si fuese familia de alguien que conocía, la hermana de alguien, la prima, la…
Me giré por completo para poder ver la barra donde Axel estaba dándole la espalda a la puerta, aun no había notado que poco a poco el bar se iba quedando en silencio, pero era cuestión de tiempo. Noté como movió la cabeza ligeramente, ya lo había notado, su mano estaba colocada estratégicamente cerca de su arma, solo armas de filo, las mismas que yo usaba.
Lentamente guardé el dinero ganado en el juego en mi bolsillo y saqué la navaja pequeña, la que podía ocultar en la mano, no quería que guardaespaldas me atacara si me veía con un arma. Me puse en pie y me acerqué a Axel mientras este se giraba y se congelaba al ver a la chica recién llegada.
Sus miradas se encontraron, y en los ojos de ella saltaron las lágrimas. Correteó hacia a Axel y le lanzó los brazos al cuello, él parecía una estatua tallada en marfil, su rostro tan pálido como la luna, sus ojos abiertos de par en par por la sorpresa.
—Hermanos, ¿adivino? —interrumpí su momento, aunque Axel fuese un pésimo estudiante me debía su lealtad, no lo había asesinado por invadir mi granja y lo había aceptado como aprendiz, el que mandaba era yo.
—Yo… Gwe… No… —Axel tartamudeaba, no podía formar las palabras que deseaba—. Suéltame, —dijo al fin, su voz tan fría como el hielo.
La chica del vestido naranja se apartó sorprendida y atemorizada, al parecer esa reacción no era la que esperaba.
—Ax, ¿qué pasó? ¿Qué haces aquí? Nuestros padres te han buscado por todos lados, pero…
—Estoy aquí por cuenta propia, huí de casa y no planeo volver, le debo mi lealtad a alguien más. Puedes regresar a Helcron y decirle a tus padres que ya no soy su amado hijo.
Sonreí con suficiencia, el chico no era tonto, sabía lo que le convenía, alejarse de mí no le serviría, contemplé a la chica cubrirse la boca con su enguantada mano.
—¿Por qué no nos vamos? Estamos llamando la atención. Axel, —ordené.
Caminamos frente a las miradas de todos en el bar, la chica y su guardaespaldas nos seguían, entonces lo recordé. Gwennie. Ese nombre, era su hermana, y su primer trabajo solo.

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