Capítulo III: Esa misma noche
La brisa era fresca en el callejón junto a la taberna, yo estaba
recostado contra la pared de un lado, observando discretamente al
guardaespaldas de Gwennie. El enorme vampiro se veía que tenía gran fuerza,
pero podía que no la suficiente agilidad o rapidez, sus pasos eran pesados, más
de lo necesario, no sería difícil ganarle en una lucha.
Axel estaba mirando el final del callejón, dándonos la espalda a mí, a
su hermana y al guardaespaldas. Yo fingía estar relajado y cómodo con la
situación, Axel estaba tan tenso que ni el guardaespaldas hubiese logrado
relajar la línea de sus hombros. Por el otro lado, los hombros de Gwennie se movían
irregularmente, estaba llorando, su querido hermano la rechazaba.
—Axel, es hora de que me pagues, —dije, sabía que él lo comprendería,
pero los demás no.
Se puso más tenso, si es que eso era posible, imaginé que sus ojos
estaban abiertos de par en par, su mandíbula desencajada, su expresión de
sorpresa. Lentamente movió su cabeza, estaba asintiendo, había entendido, luego
la movió ligeramente hacia el gran guardaespaldas. Reí.
—Ningún inconveniente, a trabajar, vamos, —estiré mis brazos detrás de
mi espalda, señal de pereza, saqué mi arma con cuidado, luego recordé que debía
atraer la atención hacia mí, dejé el arma pequeña donde estaba y me tomé la
libertad de buscar el armamento pesado, una pequeña espada escondida bajo mi
abrigo. Sentí la mirada del grandulón quemar sobre mí, estaba atento a mis
movimientos, no consideraba a Axel un peligro, pero yo era un desconocido,
debía vigilarme de cerca, lo cual nos beneficiaba en esta ocasión.
Sentí el golpe en mi costado, me tambaleé un segundo, estaba en lo
correcto sobre la fuerza, pero pude haber evitado el golpe, era lento, mucho.
Me giré evitando el siguiente golpe dirigido a mi cabeza y le propiné un codazo
en la espalda, no lograría hacerlo caer, como mínimo dio unos cuantos pasos en
falso, pero caer, nunca.
Me superaba en fuerza, yo ganaba en rapidez; ¿qué sería lo que
proporcionaría la ventaja en este caso? Solo esperaba que no fuese muy
inteligente, o estaría perdido. Ocupaba que fuera un montón de músculo con nada
de cerebro, un montón de fuerza bruta.
Me aparté un segundo, había logrado sacar la pequeña espada de su
vaina, no debía dar el primer paso, eso era muestra de desesperación y falta de
un plan, y aunque no tuviera un plan no quería demostrarlo.
Esquivó, recibió y propinó golpes, pero seguía sin usar el filo del
arma, solo un poco más, un poco más. Podía notar la perplejidad de Gwennie, los
miraba aterrada, paralizada. Pero Axel también dudaba, habían pasado minutos y
Axel seguía sin moverse, había sacado su arma pequeña, pero no reaccionaba.
Sentí el golpe en mi abdomen, ¿de dónde sacaba tanta fuerza?
Apreté los dientes y me obligué a continuar la pelea, no podía perder,
no podía rendirme, era momento de acabar con eso, ya no podía darle más tiempo
muerto a Axel.
Me alejé como pude y levanté la espada corta, me moví con rapidez
entre sus brazos, parecía más una danza que una pelea, no le prestaba atención
a Axel, no me interesaba el mundo, estos momentos de pura adrenalina,
seguridad, libertad, movimiento; estos momentos eran los que me hacían amar mi
trabajo, mi vida.
Sentí como el arma se hundía en el pecho del guardaespaldas y mis
colmillos se extendieron aun más, lo ansiaba; los clavé en la suave piel de su
hombro y la sangre explotó en mi boca, esto era fuerza, esto era poder.
Me aparté y dejé caer el cadáver ante mis pies, arranqué la espada de
su cuerpo y la limpié en su ropa. Me giré para contemplar el resto de la
escena: Axel mantenía una mano cubriendo la boca de su hermana para que no
gritará, mientras con la otra sostenía su pequeña daga cerca del cuello de su
hermana; ella lloraba, las lágrimas corrían por su rostro con fuerza. Nuestros
ojos habían sido dominados por los aros turquesas características del poder
vampírico, nada más que un fino aro como pupila, podía adivinar que los míos
estaban iguales a los de ellos, excepto por las lágrimas en los de Gwennie.
La mirada de Axel penetraba la mía, podía adivinar que quería hacerlo
solo, en privado, pero ese era un privilegio que no obtendría, me había pedido
que le enseñara, bueno, entonces eso haría. Me volví a recostar contra la pared
dando a entender que no me iba a ir, me limpié la barbilla con la mano, estaba
lleno de sangre.
Axel comprendió a la perfección lo que sucedía y se resigno a aceptar
mi presencia en el callejón.
—Gwennie, —su voz salió más fría de lo que esperaba, eso era un
progreso, uno bueno—. Gwennie, ¿qué haces aquí? Fue un error venir, debiste
saberlo, sabías que huí por cuenta propia y que no quería ser seguido, estaba
harto de la vida que llevábamos, todo era tan… tan aburrido, horrible, cuidado…
¡No podía ser libre, no podía ser yo mismo!
»Solíamos
hablar de esto, te contaba que odiaba esa vida que quería huir, ser libre, sin
que me controlaran todo el tiempo. Pero tuviste que contarles a nuestros
padres, cuantos intentos de huir fallidos, estaba bajo constante vigilancia,
todo por tu culpa, mis posibilidades de escapar se redujeron. Por meses planeé
como salir de esa casa, nunca dejé de intentarlo. Llegué a contratar a un
asesino para librarme de todos y ser libre, pero una noche, después de mucho
tiempo sin que apareciera el asesino, logré escabullirme, sabía que sería
atrapado pronto, pero debía intentarlo.
»Lo
logré, hubo que acabar con unos cuantos guardias, pero al fin logré ser libre,
hasta conseguí quien me enseñara a hacer las cosas por mi cuenta. Pero esta
noche apareciste y creí que era el fin, pero ¡mira! Tu guardaespaldas está
muerto, yo no, pero tú sí.
La sangre salió y murió. Su primer asesinato.