Capítulo I: 50 años después
Tanto tiempo había pasado, pero seguía sin arrepentirme por mis
acciones, había cometido crímenes imperdonables, no tenía salvación, pero
tampoco la buscaba.
Llevaba la vida que todo asesino a sueldo llevaría: alimentarme sin
control, acabar con la vida de todos aquellos por lo que me pagaban, fiestas
todas las noches. Poco a poco había mejorado mi población meta, había escalado
las posiciones sociales con velocidad, el dinero podía abrir innumerable puertas,
pero no las suficientes; Helcron seguía fuera de mi alcance, no podía encontrar
la forma de poder entrar a la ciudad de los vampiros en Hankierv.
Todos en Dextor y Salmedra me temían, tal y como en Helcron, Traslum y
Laria temían a J, en Dextor y Salmedra temían a Arnau, los dos asesinos más
grandes de Hankierv, pero J seguía viviendo la vida de riqueza y poder
protegido por el temor de los nobles a los que asesinaba. Lo odiaba, ese
asqueroso asesino que no necesitaba más dinero para vivir pero seguía acabando
con la vida de incontables seres.
Los “trabajos” llegaban a mí en la noche en forma de sobres sellados.
Había cambiado de casa, pero los trabajos seguían llegando a la antigua granja,
ahora abandonada, donde había masacrado a mi familia, por lo que me veía
obligado a visitar la granja regularmente.
Abrí la puerta principal de mi antiguo hogar y encontré varias cartas
desperdigadas en el suelo, había pasado dos meses en Salmedra cumpliendo con
varios trabajos que tenía pendientes, no acostumbraba a viajar muy a menudo a
Salmedra, por eso solo iba cuando acumulaba gran cantidad de trabajos en esa
zona.
Me agaché y empecé a recoger los sobres de distintos colores. Cuatro,
siete, nueve. Tenía trabajo que hacer.
Me enderecé y me dirigí a la segunda planta. Observé el pasillo con
puertas a ambos lados, mi habitación se encontraba en la última puerta a la
derecha. Todo el segundo piso estaba desprovisto de ventanas, no había un solo
agujero por donde se colara la luz, mi padre se había asegurado de eso ya que
no podía comprar una casa con sótano para vivir.
Esta casa no se parecía en nada a la que estaba habitando por cuenta
propia, con mi familia nunca había podido crecer, no podía mostrarme como era
de verdad, siempre manteniendo secretos detrás de la puerta de mi habitación,
todo oculto siempre.
—No eres el primero en intentarlo, —murmuró Arnau en cuanto abrió la
puerta de su habitación.
—Lo sé, por eso no lo estoy intentando, —le contestó una voz desde la
oscuridad.
—¿Quién fue esta vez? ¿Nicholai? ¿Desirée?
—A esos no los conozco, estoy aquí por cuenta propia.
—Creía haberlo visto todo, pero estaba equivocado, has atrapado mi
atención, ¿qué tienes en tu defensa?
—¿Una bandera blanca?
—Muy chistoso, no tengo tiempo para juegos, tengo trabajo que hacer.
—Alis, Gwennie, Ingrid, Micaela, Seth, Besarion, Mara, Catalia, Ione.
—Enumeró—. Todos de Dextor, clase alta entra la baja. Sé muy bien cuál es ese
trabajo que tiene que hacer.
—Veo que tienes buena memoria.
—Yo fui el que mandó a matar a todas esas personas, me impacienté
porque no morían entonces vine aquí y descubrí que no había recibido mi correo,
luego averigüé que estaba en Salmedra por un tiempo y decidí esperarlo.
»He
tenido tiempo para pensar las cosas con claridad y he llegado a una decisión
que lo involucra, nos involucra.
—¿Ah, sí? ¿Y cuál sería esa decisión tan importante que provoco que me
tuviera que esperar tantos días en la oscura suciedad de la granja de mis
padres? —Me mofé.
—Trabajaré a su lado, aprenderé a ser un asesino y viviré mi vida
libremente, yo… —la voz se detuvo por mi risa.
Sí, me estaba riendo, reía con gran fuerza, de una forma estridente,
después de varios años sin hacerlo, reía de verdad, no esa risa fingida que se
hace en público para satisfacer a alguien y engañar a otro, sino una risa
frenética, incontrolable.
Corrí y sujeté su cuello con una mano, lo apreté contra la pared con
fuerza, me acerqué lo suficiente a su oído y a su garganta como para demostrar
mi punto.
—¿Alguna vez has matado a alguien? ¿Has visto como la vida escapa de
los ojos de tu víctima? ¿Sabes lo que es saber que las personas murieron en tus
manos por tu culpa? —Susurré intentando asustarlo, pero no sentía que fuera
afectado, parecía calmo—. Pagarle a alguien para que acabe con la vida de otro
no es lo mismo a matarlo con tus propias manos. Sentir la sangre de tu víctima
escapar con todo resto de vida de su cuerpo.
»Repito,
¿alguna vez has matado a alguien?
Sentí como respiro hondo, era la única señal de que había logrado
afectarlo con mis palabras, tenía que admitir, tenía valentía, o mucha
estupidez.
—No he acabado con mi familia. No he matado a mis amigos más cercanos.
No he asesinado a desconocidos, —aclaró.
—Entonces sí lo has hecho.
Sentí como se puso rígido, había adivinado, sus palabras bien
escogidas eran claras, no había duda de que intentaba ocultar algo inútilmente.
No pude reprimir la sonrisa que me cubrió los labios, estaba disfrutando ese
momento.
—Sí, lo he hecho. Aunque fue más error que algo planeado. Pero… pero…
—Pero lo disfrutaste de todas formas, —terminé por él y supe que había
adivinado ya que no respondió—. Dime, ¿a quién?
—Gerhard.
—Siempre me había preguntado cómo había muerto ese bastardo. Así que
vienes de Helcron, entonces dime, ¿por qué me mandaste todas estas víctimas de
la sucia Dextor?
—Me robaron, no podía permitir que se salieran con la suya.
—Buen motivo, claro está. ¿Cómo lo mataste?
—Yo… —suspiró—. Yo estaba enfrascado en una pelea antes del amanecer
cuando él apareció e intentó detenerme, lo dejé inconsciente y huí, pocas horas
después nos informaron que su cadáver había aparecido. Incineración a causa de
exponerse directamente bajo los rayos del sol, yo lo dejé ahí a morir.
—Creo que eso basta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario