Epílogo
Nunca había conocido el sol, no sabía lo que era sentir los rayos de
luz ultravioleta sobre mi piel, los no vampiros eran fanáticos de este, se
pasaban horas al aire libre recibiendo el calor del sol directamente sobre su
piel. A pesar de todo no lo envidiaba, al no conocer el placer que se puede
obtener del sol no deseaba sentirlo, los momentos en que había entrado en
contacto accidental con la luz solar me había abrazado la piel con tanta fuerza
que lo llegué a repudiar, más de lo usual en un vampiro. Una hora antes del
amanecer siempre estaba de vuelta en mi casa, a salvo, no esperaba hasta el
último minuto de oscuridad para regresar como otros hacían.
Esa noche al igual que muchas otras estaba en mi casa en el límite
entre Dextor y Helcron, contemplaba anonadado la carta que sostenía con las
manos, esperaba a Axel, se podía decir que en ese momento éramos compañeros, se
había acabado lo de pupilo y maestro, nos entrenábamos casi como iguales, ambos
mejorábamos, tanto individualmente como juntos. El trabajo solicitado por la
carta era extraño, inusual, algo imposible para un asesino de las tierras
libres; pero había sucedido.
—Afuera hace tanto viento que siento que voy a salir volando de un
momento a otro, —llegó quejándose Axel, quedaba poco menos de una hora de
noche, ambos manteníamos un horario muy similar—. ¿Por qué esa expresión de psicópata?
Le tendí la carta para que la leyera, me mantuve en silencio, no podía
hablar, y aunque pudiera no sabría qué decir.
Los ojos de Axel se abrieron como platos mientras leía la carta, su
boca se fue abriendo poco a poco, también lo había tomado por sorpresa, tampoco
se lo había esperado. Los minutos de silencio pasaron lentamente hasta que me
aclaré la garganta.
—Mañana a primera hora de la noche, será un largo viaje, —le quité el
papel de las manos y me fui a mi habitación, había mucho que hacer.
—¿Seguro sobre esto? —preguntó Axel por millonésima vez. Estábamos por
llegar a nuestro destino y cada poco tiempo Axel volvía a preguntar eso, le
respondí una vez, las demás lo ignoré.
Me mantuve en silencio hasta llegar a la gran construcción de piedra.
Debíamos asesinar al noble que vivía ahí, la única forma de sobrevivir esa
noche sería asesinar a todos dentro de la casa y rogar para que nadie decidiera
ir a comprobar si estaban bien durante el día porque tendríamos que quedarnos a
resguardarnos del sol.
Había que ser sigiloso y rápido. Comprobé el cielo, como me lo indicaba
mi sentido vampírico, el amanecer estaba cerca, no más de dos horas. Gracias por los cristales que bloquean los
rayos ultravioleta, pensé.
No movimos rápida y sigilosamente, los guardias caían al suelo sin
hacer ruido, sin saber que los había atacado, uno a uno, todos perecían.
Entrar a la casa no fue problema, los sirvientes ya se habían retirado
por lo que solo quedaban los pocos guardias que tenían.
—Muy fácil, —dije mientras arrancaba el cuchillo del cuello del noble,
tenía las manos llenas de sangre, al igual que la ropa, y unas cuantas gotas en
el rostro y cabello, Axel estaba igual.
—Mucho, no opusieron resistencia, era como si supieran que veníamos y
se dejaran asesinar.
—Lo cual es extraño.
—Tal vez fuera su hora.
—¿A qué te refieres?
—Los nobles tene… tienen una regla. Cuando se alcanza cierta edad son
asesinados, J es el que realiza estos asesinatos, por eso en cuanto aparece
nadie le teme, porque es como fueron criados, sabiendo que a cierta edad serían
asesinados, para evitar la sobrepoblación.
—Puede ser, ¿sabes si a estos ya les había llegado la hora?
—Sí, hace unos meses, —contestó una voz aguda desde las sombras—.
Georgina, un placer, y este es Dominick, —de las sombras salió un hada vestida
de rojo, sus indefinidos ojos estaban de un gris impenetrable. Detrás de ella
estaba un joven, hada también, su cuerpo musculoso y estético, se veía hermoso
y letal, y fiel al hada de rojo.
—Hada Roja, —murmuró Axel con los dientes apretados.
—Lamento no saber quién eres, vampiro, creía que este trabajo sería para
una sola persona, pero al parecer no.
—Yo soy Arnau, —dije dando un paso hacia ella—, y mi compañero, Axel.
Temo que yo no la conozco a usted, Georgina.
—No es de extrañar, vivir en esa horrible tierra llamada Dextor, no sé
cómo hacen para sobrevivir ahí. Me presento entonces. Soy miembro del concejo
de las hadas, segunda al mando, para ser exacta, —escupió esas últimas palabras
con odio y repugnancia—. Mi compañero, Dominick, —movió la mano hacia atrás
para señalar al chico que parecía adorarla, era como un perro siguiendo a su
amo.
»Estoy
aquí por varios motivos. Primero, me gustaría ofrecerle un trabajo, creí que
solo sería Arnau, pero eso no es problema, ambos podrán hacerlo.
—¿A qué se refiere?
—Esta tierra es un caos, ¿no les parece? A nuestros líderes no les
importamos. Los vampiros están siendo ignorados, todo para proteger a la
querida princesa, los nefilim se unieron a la causa de los vampiros y están
dejando de lado a su pueblo. En cuanto a las hadas, bueno, aceptan líderes que
lo único que desean es vengarse de otros. Claro eso está mal.
»Yo,
junto a un nefilim, estoy creando un plan, vamos a acabar con los gobernantes y
con la amada princesa Evangeline, puede que haya una maldición sobre ella, no
es importante, las leyendas no siempre son verdades absolutas.
—Entonces, ¿planean asesinar a todos los gobernantes, vampiros,
nefilim y hadas? ¿Y las sirenas? ¿Y en todo esto dónde entramos nosotros?
—Las sirenas no nos importan, viven bien en su laguito. En cuanto a
ustedes, ocupamos representación de todos los seres. Ya hay un mitad ángel y un
hada, pero ocupamos un vampiro, y ¿qué es mejor que un asesino de una tierra
olvidada?
Axel y yo nos miramos, estaba claro.
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