domingo, 3 de marzo de 2013

Epílogo: Arnau


Epílogo

Nunca había conocido el sol, no sabía lo que era sentir los rayos de luz ultravioleta sobre mi piel, los no vampiros eran fanáticos de este, se pasaban horas al aire libre recibiendo el calor del sol directamente sobre su piel. A pesar de todo no lo envidiaba, al no conocer el placer que se puede obtener del sol no deseaba sentirlo, los momentos en que había entrado en contacto accidental con la luz solar me había abrazado la piel con tanta fuerza que lo llegué a repudiar, más de lo usual en un vampiro. Una hora antes del amanecer siempre estaba de vuelta en mi casa, a salvo, no esperaba hasta el último minuto de oscuridad para regresar como otros hacían.
Esa noche al igual que muchas otras estaba en mi casa en el límite entre Dextor y Helcron, contemplaba anonadado la carta que sostenía con las manos, esperaba a Axel, se podía decir que en ese momento éramos compañeros, se había acabado lo de pupilo y maestro, nos entrenábamos casi como iguales, ambos mejorábamos, tanto individualmente como juntos. El trabajo solicitado por la carta era extraño, inusual, algo imposible para un asesino de las tierras libres; pero había sucedido.
—Afuera hace tanto viento que siento que voy a salir volando de un momento a otro, —llegó quejándose Axel, quedaba poco menos de una hora de noche, ambos manteníamos un horario muy similar—. ¿Por qué esa expresión de psicópata?
Le tendí la carta para que la leyera, me mantuve en silencio, no podía hablar, y aunque pudiera no sabría qué decir.
Los ojos de Axel se abrieron como platos mientras leía la carta, su boca se fue abriendo poco a poco, también lo había tomado por sorpresa, tampoco se lo había esperado. Los minutos de silencio pasaron lentamente hasta que me aclaré la garganta.
—Mañana a primera hora de la noche, será un largo viaje, —le quité el papel de las manos y me fui a mi habitación, había mucho que hacer.

—¿Seguro sobre esto? —preguntó Axel por millonésima vez. Estábamos por llegar a nuestro destino y cada poco tiempo Axel volvía a preguntar eso, le respondí una vez, las demás lo ignoré.
Me mantuve en silencio hasta llegar a la gran construcción de piedra. Debíamos asesinar al noble que vivía ahí, la única forma de sobrevivir esa noche sería asesinar a todos dentro de la casa y rogar para que nadie decidiera ir a comprobar si estaban bien durante el día porque tendríamos que quedarnos a resguardarnos del sol.
Había que ser sigiloso y rápido. Comprobé el cielo, como me lo indicaba mi sentido vampírico, el amanecer estaba cerca, no más de dos horas. Gracias por los cristales que bloquean los rayos ultravioleta, pensé.
No movimos rápida y sigilosamente, los guardias caían al suelo sin hacer ruido, sin saber que los había atacado, uno a uno, todos perecían.
Entrar a la casa no fue problema, los sirvientes ya se habían retirado por lo que solo quedaban los pocos guardias que tenían.
—Muy fácil, —dije mientras arrancaba el cuchillo del cuello del noble, tenía las manos llenas de sangre, al igual que la ropa, y unas cuantas gotas en el rostro y cabello, Axel estaba igual.
—Mucho, no opusieron resistencia, era como si supieran que veníamos y se dejaran asesinar.
—Lo cual es extraño.
—Tal vez fuera su hora.
—¿A qué te refieres?
—Los nobles tene… tienen una regla. Cuando se alcanza cierta edad son asesinados, J es el que realiza estos asesinatos, por eso en cuanto aparece nadie le teme, porque es como fueron criados, sabiendo que a cierta edad serían asesinados, para evitar la sobrepoblación.
—Puede ser, ¿sabes si a estos ya les había llegado la hora?
—Sí, hace unos meses, —contestó una voz aguda desde las sombras—. Georgina, un placer, y este es Dominick, —de las sombras salió un hada vestida de rojo, sus indefinidos ojos estaban de un gris impenetrable. Detrás de ella estaba un joven, hada también, su cuerpo musculoso y estético, se veía hermoso y letal, y fiel al hada de rojo.
—Hada Roja, —murmuró Axel con los dientes apretados.
—Lamento no saber quién eres, vampiro, creía que este trabajo sería para una sola persona, pero al parecer no.
—Yo soy Arnau, —dije dando un paso hacia ella—, y mi compañero, Axel. Temo que yo no la conozco a usted, Georgina.
—No es de extrañar, vivir en esa horrible tierra llamada Dextor, no sé cómo hacen para sobrevivir ahí. Me presento entonces. Soy miembro del concejo de las hadas, segunda al mando, para ser exacta, —escupió esas últimas palabras con odio y repugnancia—. Mi compañero, Dominick, —movió la mano hacia atrás para señalar al chico que parecía adorarla, era como un perro siguiendo a su amo.
»Estoy aquí por varios motivos. Primero, me gustaría ofrecerle un trabajo, creí que solo sería Arnau, pero eso no es problema, ambos podrán hacerlo.
—¿A qué se refiere?
—Esta tierra es un caos, ¿no les parece? A nuestros líderes no les importamos. Los vampiros están siendo ignorados, todo para proteger a la querida princesa, los nefilim se unieron a la causa de los vampiros y están dejando de lado a su pueblo. En cuanto a las hadas, bueno, aceptan líderes que lo único que desean es vengarse de otros. Claro eso está mal.
»Yo, junto a un nefilim, estoy creando un plan, vamos a acabar con los gobernantes y con la amada princesa Evangeline, puede que haya una maldición sobre ella, no es importante, las leyendas no siempre son verdades absolutas.
—Entonces, ¿planean asesinar a todos los gobernantes, vampiros, nefilim y hadas? ¿Y las sirenas? ¿Y en todo esto dónde entramos nosotros?
—Las sirenas no nos importan, viven bien en su laguito. En cuanto a ustedes, ocupamos representación de todos los seres. Ya hay un mitad ángel y un hada, pero ocupamos un vampiro, y ¿qué es mejor que un asesino de una tierra olvidada?
Axel y yo nos miramos, estaba claro.

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