Auto viejo
El auto se movía lentamente, hasta que quedó aparcado
a la orilla de la calle. Un auto sencillo, con abolladuras, la pintura raspada
y desteñida, y la carrocería agrietada.
Sus dos pasajeros, el conductor y el copiloto, venían
sumergidos en una burbuja de tristeza, lo indeseado había sucedido, nada les
importaba ya, eran simplemente ellos, el mundo se disolvía frente a ellos. Las
lágrimas amenazaban con llenar los ojos
del conductor, pero este con fuerza las hacía volver al interior de su alma,
ocultándolas temporalmente, debía guardar la compostura, no podía desesperar
aun.
En cuanto el auto se detuvo, la burbuja estalló. Un
abrazo fue lo necesario para que el hombre de apariencia fuerte se quebrara y
empezara a llorar en los brazos del otro. Los sollozos lo hacían moverse con
fuerza.
Ambos permanecieron abrazados por tanto tiempo que
llegaron a creer que el mundo alrededor de ellos había desaparecido por
completo. Uno sollozaba y el otro contenía la tristeza consolando al otro con
movimientos lentos de la mano sobre su cabeza.
Los minutos pasaban y lo espectadores pasaban
inadvertidos de lo que sucedía en ese auto. Ese ambiente de tristeza nadie lo
podía apreciar, les era ajeno.
Las palabras salían apresuradas desde sus bocas, sin
un orden fijo, sin una lógica definida, solo palabras de consuelo y esperanza
perdida.
Sus frentes se unieron en cuanto los sollozos se calmaron
un poco, pronto sus labios estaban unidos con tal fuerza y desesperación,
deseaban fundirse el uno en el otro mediante ese beso de puro dolor, el cual no
era una despedida, era un “nunca te dejaré ir”. Con ese beso querían mostrar lo
que las palabras no eran capaces de contener, lo que no podían expresar en una
frase de amor o de esperanza.
Poco a poco el sentido de realidad regresó a ellos,
haciéndolos recordar que vivían en un mundo donde ser lo que eran no era
aceptado, donde los criticaban por amar a alguien “equivocado”. La ventanilla
del conductor subió con esa dificultad propia de los autos viejos,
encerrándolos en su mundo prohibido, apartándolos de la sociedad que les
indicaba cómo debían actuar, pero que no querían seguir.
Deseaban ser ellos mismos, ¿era eso mucho que pedir?
¿Qué acaso no podían ser felices siendo ellos mismos? ¿Sin reglas o
estereotipos?
Un beso siguió a las palabras y viceversa. Se amaban y
querían demostrarlo, pero se le prohibía hacerlo, ¿por qué? ¿Qué acaso una de
las metas de la vida no era encontrar el amor verdadero? Ese amor que te hace sonreír por todo sin parar, ese que todos anhelaban con tanta fuerza, pero poco
se atrevían a sentir.
Los peor que podían haber sufrido les sucedió, pero
aun así lucharían contra ese obstáculo, esperaban ganar, pero a veces existen
batallas imposibles, lo cual en su caso era una desgracia.
Horrible ver los estereotipos impuestos por una
sociedad vacía e hipócrita, donde todos tienen sus deseos secretos, pero los
mantienen reprimidos por miedo a ser rechazados o despreciados. Ambos chicos se
mostraban como eran, sin miedos ni prejuicios, pero por eso eran rechazados,
incluso ridiculizados.
¿En qué ha caído la sociedad que ya ni siquiera ser
feliz con uno mismo es “aceptable”? ¿En esto se han convertido las personas?
¿En robots vacíos y temerosos?
Si tal vez no fui miembro de la escena antes descrita,
fui testigo, y vi como tuvieron que ocultarse por miedo al “qué dirán”, vi cómo
sufrían juntos y se sostenían el uno al otro, con esa clase de apoyo que todo
ser humano quiere y busca en la vida, ese soporte que lleva a la felicidad
junto a una persona, lo que todos buscamos, lo que todos queremos.
P. A. Steller
Hechos reales, 15 de abril, 2013
Hola nenita, te he afiliado a mi blog: writteracm.blogspot.com
ResponderEliminarespero tu afiliación de igual manera.
Saludos
Hola, gracias :D
EliminarYa la afilié :D