Mostrando entradas con la etiqueta Capricho. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Capricho. Mostrar todas las entradas

sábado, 28 de septiembre de 2013

Prólogo: Georgina



Prólogo: Georgina

Rojo, rojo, rojo, como la sangre, rojo. Como la furia y el dolor que bañan mi ser.
—Mami, ¿dónde estás, mami? —La pequeña niña pelirroja susurró con voz temerosa.
—Aquí ya no está, no más. —La fuerte voz de él congeló a la niña de miedo.
Lentamente la pequeña se dio la vuelta para encontrarse a un alto hombre con las manos rojas, manchadas de sangre. La pequeña Georgina tenía miedo, pero a la vez estaba furiosa, ¿dónde estaba su mami para protegerla?
—¿Quién eres? —La fuerza de la voz de la pequeña hizo que el hombre riera.
—Dominick, mi señora, su fiel servidor.
Me obligué a regresar al mundo real, donde tenía cosas reales que hacer. Dominick estaba junto a mí y el vampiro, Arnau, se sentaba junto al sucio ser que llamaba su aprendiz. Íbamos en mi carruaje, el que había utilizado para llegar hasta la sucia y asquerosa ciudad mixta donde los había encontrado, y todo por encargo del Egocéntrico.
Empecé a jugar con mi vista, ese poder especial con el que había nacido, el causante de mis males, el “mal mayor”, como lo solía llamar en el pasado. Me puse a ver qué hacía el Egocéntrico en ese momento, a tantos kilómetros de distancia y podía ver claramente lo que intentaba hacer, porque parecía no lograrlo.
Simplemente estaba sentado frente a un escritorio grande. La biblioteca de mi mansión, ¿qué demonios hace ese idiota en mi casa?
Empezó a escribir en un papel con una pluma que estaba cerca. Si se acaba la tinta por puro gusto… “LOS ESPERO.”
Eso decía el papel en el que había escrito y me mostraba claramente. Idiota.
Tan sencillamente se dio cuenta que los estaba observando, lo cual no me pasa con nadie más. Bien, ya sé que tiene poder.
—¿Qué le pasa en los ojos? —preguntó Arnau refiriéndose tan irrespetuosamente a mí.
—Si le vuelve a hablar así, perderá su lengua y sus dedos también. —Dominick, siempre tan fiel y servicial, siempre sabe exactamente lo que quiero y sabe cómo conseguirlo por mí.
—Nada de su incumbencia —solté sin interés. Sabía que mis ojos se habían quedado grises, con la pupila indefinida tan amplia que casi abarcaba todo el globo ocular a la vista.
—Por supuesto. Uno más de sus secretos que no somos merecedores de conocer. Lo entendemos perfectamente, mis más sinceras disculpas en nombre de Arnau y de mí. —Axel, el más refinado de ambos, tuvo que rescatar a Arnau, cuyo rostro estaba rojo de ira. Irónico.
Solté una pequeña risita entre dientes por ver cuánto dependía Arnau del otro vampiro, cómo él tenía que salvar su cuello, estaba segura que no era la primera, y no sería la última, vez que Arnau era rescatado por el antiguo noble renegado. La vida está llena de ironía, cómica ironía.
—Dominick, querido, ¿podrías por favor vigilar todo mientras me voy un tiempo? Tengo algo que revisar con urgencia.
—Por supuesto, mi señora, tómese el tiempo que requiera, yo me encargaré de que todo esté en orden por aquí. Tenemos aproximadamente veinte minutos. Y, por favor, no se extralimite.
Dominick, el mismo ser que asesino a mi familia tantos años atrás ahora intentando que mi salud mental se mantuviera en buenas condiciones. Al parecer las ironías nunca acaban, nunca lo hacen, ¿no?
Regresé a mi vigilancia del Egocéntrico/Idiota que invadía mi casa. No se había movido de donde estaba cinco minutos atrás. Lo vi mover los labios, estaba claro que se burlaba de mí. Yo tenía el poder de la visión, no de la escucha, por lo que solo veía las imágenes en mudo. Ese idiota sabía desesperarme. Una sonrisa cruzó sus labios, estaba claro que sentía mi presencia, solo no entendía cómo lo hacía.
Empecé a cambiar rápidamente de estado. Él negó con la cabeza indicándome que aún me notaba. Pasé el resto del camino intentando lograr ocultarle mi presencia; usando menos energía, más energía… nada parecía funcionar.
—Mi señora.
—Es idiota —le respondí a Dominick enfada y me bajé a la fuerza del carruaje.
Caminé furiosa hacia la puerta frontal, la cual el criado se apresuró a abrir, al otro lado estaba nada más y nada menos que El Idiota.
—Fuera de mi casa —escupí.
—Bienvenida, Hada Roja, tan encantadora como siempre, nuestros invitados están cerca, cuidado. —Su voz era como la usada con un niño pequeño, toda dulce y falsa.
Recobré la compostura y me puse la máscara de “negocios”. Es hora del show.
—Arnau. Axel. —Dominick presentó a los vampiros ante nosotros y luego se quedó detrás de mí. Sus ojos atentos, su posición alerta, preparado para cualquier problema o situación.
—Les agradezco que hayan venido con nosotros hasta aquí de esta manera, por favor, adelante. —Con mi mejor sonrisa puesta, luché por no recluirme en mi dormitorio, lo cual necesitaba después de casi cuatro días sin dormir.
Los ojos de Axel, al igual que los de Arnau, estaban fijos en el Egocéntrico, ¿es necesario que siempre llame tanto la atención vaya a donde vaya? Supe que mis ojos seguían cambiando de color, la maldición de las hadas, siente furia y los ojos quedarán rojos, siente tristeza y serán como el hielo, y así. Solamente otra hada era realmente capaz de comprender todos los significados escondidos en los ojos de los demás. Entre hadas no son comunes los secretos, seguro por eso trabajo con nefilim y vampiros.
Podía saber lo que iba a suceder sin ser Cirenia, la sirena-bruja clarividente: alguno de esos dos tontos le va a pedir un autógrafo al Egocéntrico, y luego de esto él pasara jactándose de su maravillosa y terrible reputación con todos hasta que deseemos darle muerte de la forma más dolorosa posible. Como solía suceder, más a menudo de lo que me agradara.
Empecé a sospechar que la boca de Arnau estaba por abrirse, la verdad no le faltaba mucho.
—Eres… eres —tartamudeó Arnau como el gran estúpido que era.
—Jillian, sí. Y tengo una propuesta de trabajo.

domingo, 3 de marzo de 2013

Epílogo: Arnau


Epílogo

Nunca había conocido el sol, no sabía lo que era sentir los rayos de luz ultravioleta sobre mi piel, los no vampiros eran fanáticos de este, se pasaban horas al aire libre recibiendo el calor del sol directamente sobre su piel. A pesar de todo no lo envidiaba, al no conocer el placer que se puede obtener del sol no deseaba sentirlo, los momentos en que había entrado en contacto accidental con la luz solar me había abrazado la piel con tanta fuerza que lo llegué a repudiar, más de lo usual en un vampiro. Una hora antes del amanecer siempre estaba de vuelta en mi casa, a salvo, no esperaba hasta el último minuto de oscuridad para regresar como otros hacían.
Esa noche al igual que muchas otras estaba en mi casa en el límite entre Dextor y Helcron, contemplaba anonadado la carta que sostenía con las manos, esperaba a Axel, se podía decir que en ese momento éramos compañeros, se había acabado lo de pupilo y maestro, nos entrenábamos casi como iguales, ambos mejorábamos, tanto individualmente como juntos. El trabajo solicitado por la carta era extraño, inusual, algo imposible para un asesino de las tierras libres; pero había sucedido.
—Afuera hace tanto viento que siento que voy a salir volando de un momento a otro, —llegó quejándose Axel, quedaba poco menos de una hora de noche, ambos manteníamos un horario muy similar—. ¿Por qué esa expresión de psicópata?
Le tendí la carta para que la leyera, me mantuve en silencio, no podía hablar, y aunque pudiera no sabría qué decir.
Los ojos de Axel se abrieron como platos mientras leía la carta, su boca se fue abriendo poco a poco, también lo había tomado por sorpresa, tampoco se lo había esperado. Los minutos de silencio pasaron lentamente hasta que me aclaré la garganta.
—Mañana a primera hora de la noche, será un largo viaje, —le quité el papel de las manos y me fui a mi habitación, había mucho que hacer.

—¿Seguro sobre esto? —preguntó Axel por millonésima vez. Estábamos por llegar a nuestro destino y cada poco tiempo Axel volvía a preguntar eso, le respondí una vez, las demás lo ignoré.
Me mantuve en silencio hasta llegar a la gran construcción de piedra. Debíamos asesinar al noble que vivía ahí, la única forma de sobrevivir esa noche sería asesinar a todos dentro de la casa y rogar para que nadie decidiera ir a comprobar si estaban bien durante el día porque tendríamos que quedarnos a resguardarnos del sol.
Había que ser sigiloso y rápido. Comprobé el cielo, como me lo indicaba mi sentido vampírico, el amanecer estaba cerca, no más de dos horas. Gracias por los cristales que bloquean los rayos ultravioleta, pensé.
No movimos rápida y sigilosamente, los guardias caían al suelo sin hacer ruido, sin saber que los había atacado, uno a uno, todos perecían.
Entrar a la casa no fue problema, los sirvientes ya se habían retirado por lo que solo quedaban los pocos guardias que tenían.
—Muy fácil, —dije mientras arrancaba el cuchillo del cuello del noble, tenía las manos llenas de sangre, al igual que la ropa, y unas cuantas gotas en el rostro y cabello, Axel estaba igual.
—Mucho, no opusieron resistencia, era como si supieran que veníamos y se dejaran asesinar.
—Lo cual es extraño.
—Tal vez fuera su hora.
—¿A qué te refieres?
—Los nobles tene… tienen una regla. Cuando se alcanza cierta edad son asesinados, J es el que realiza estos asesinatos, por eso en cuanto aparece nadie le teme, porque es como fueron criados, sabiendo que a cierta edad serían asesinados, para evitar la sobrepoblación.
—Puede ser, ¿sabes si a estos ya les había llegado la hora?
—Sí, hace unos meses, —contestó una voz aguda desde las sombras—. Georgina, un placer, y este es Dominick, —de las sombras salió un hada vestida de rojo, sus indefinidos ojos estaban de un gris impenetrable. Detrás de ella estaba un joven, hada también, su cuerpo musculoso y estético, se veía hermoso y letal, y fiel al hada de rojo.
—Hada Roja, —murmuró Axel con los dientes apretados.
—Lamento no saber quién eres, vampiro, creía que este trabajo sería para una sola persona, pero al parecer no.
—Yo soy Arnau, —dije dando un paso hacia ella—, y mi compañero, Axel. Temo que yo no la conozco a usted, Georgina.
—No es de extrañar, vivir en esa horrible tierra llamada Dextor, no sé cómo hacen para sobrevivir ahí. Me presento entonces. Soy miembro del concejo de las hadas, segunda al mando, para ser exacta, —escupió esas últimas palabras con odio y repugnancia—. Mi compañero, Dominick, —movió la mano hacia atrás para señalar al chico que parecía adorarla, era como un perro siguiendo a su amo.
»Estoy aquí por varios motivos. Primero, me gustaría ofrecerle un trabajo, creí que solo sería Arnau, pero eso no es problema, ambos podrán hacerlo.
—¿A qué se refiere?
—Esta tierra es un caos, ¿no les parece? A nuestros líderes no les importamos. Los vampiros están siendo ignorados, todo para proteger a la querida princesa, los nefilim se unieron a la causa de los vampiros y están dejando de lado a su pueblo. En cuanto a las hadas, bueno, aceptan líderes que lo único que desean es vengarse de otros. Claro eso está mal.
»Yo, junto a un nefilim, estoy creando un plan, vamos a acabar con los gobernantes y con la amada princesa Evangeline, puede que haya una maldición sobre ella, no es importante, las leyendas no siempre son verdades absolutas.
—Entonces, ¿planean asesinar a todos los gobernantes, vampiros, nefilim y hadas? ¿Y las sirenas? ¿Y en todo esto dónde entramos nosotros?
—Las sirenas no nos importan, viven bien en su laguito. En cuanto a ustedes, ocupamos representación de todos los seres. Ya hay un mitad ángel y un hada, pero ocupamos un vampiro, y ¿qué es mejor que un asesino de una tierra olvidada?
Axel y yo nos miramos, estaba claro.

viernes, 1 de marzo de 2013

Capítulo IV: Arnau


Capítulo IV: Una semana después

—Mis padres no dejarán su muerte sin venganza, buscaran hasta encontrar quien la asesinó, puede que pronto nos encuentren o puede que ya lo hayan hecho.
—Tanta preocupación es innecesaria, Axel, ellos están detrás de un asesino, no de su propio hijo, —dije con voz cansada, ya no quería escuchar sus quejas, había pasado toda la semana preocupándose por eso.
—Bueno, el problema está en que estoy viviendo con un asesino.
—Un asesino a sueldo, no creo que piensen que alguien quería matar a su preciada hija, creerán que fue un fatídica coincidencia.
—Bien, pero si aparecen y nos atacan no digas que no…
La frase quedó cortada por un fuerte sonido en la puerta delantera. Estábamos en la granja entrenando, el lugar más tranquilo que se podía encontrar en todo Dextor, nadie se atrevía a visitar la granja sin algún motivo, eso fue lo que causó que Arnau se sobresaltará, no esperaba que nadie los molestase ese día, y mucho menos en ese lugar.
Las armas aparecieron en nuestras manos con gran velocidad y nos mezclamos con las sombras, buscando a nuestros atacantes. Escuchaba las pisadas en el nivel inferior, los pies que no conocían esta madera la hacían crujir con cualquier mínimo movimiento. Al parecer Axel tenía razón, odiaba que tuviera razón, si sobrevivíamos a esto se pondría insoportable.
Esperé junto a las escaleras escondido en las sombras, Axel estaba frente a mí, estaba claro que los atacantes sabían que estábamos en la casa, pero no sabían en qué punto exacto nos encontrábamos en ese instante, pero yo sí sabía dónde estaban ellos, los escuché subir las escaleras con cuidado, pero sus pisadas hacían crujir la madera vieja. Indiqué con los dedos un tres, Axel asintió e indicó un uno a su vez, esta vez yo asentí, tenía que atacar a dos enemigos mientras él se encargaba de uno, el problema sería evitar que dos fueran contra él, en ese caso habría problemas.
Era hora de actuar, todas las técnicas de pelea recorrieron mi mente, llenándola, sospeché que lo mismo sucedía en la cabeza de Axel, cuerpos tensos, listos para pelear.
Y los vi. Eran tres enormes vampiros con armas rudimentarios, asesinos novatos que se creían lo suficientemente fuertes como para acabar con un profesional y su aprendiz.
Dejé que subieran más y me colé a sus espaldas. El primer golpe fue contra la espalda del que parecía ser el líder, soltó un gruñido y el caos se desató.
Colmillos, sangre, golpes, patadas, ataques… Las cosas sucedían tan rápido que costaba seguir el ritmo, en un momento estaba peleando contra uno, al siguiente pateaba a otro. Sentía los golpes pero no me dolían. La furia vampírica estaba desatada. Axel y yo peleando como un equipo contra tres contrincantes individuales, era evidente que era la primera vez que trabajaban juntos.
Sentí un verdadero ataque vampírico en el brazo, los dientes lacerándome la piel expuesta del antebrazo, eso no tendría perdón, moriría por haberme mordido.
Ataque al tipo que me había mordido, rodamos por el suelo, sentía los golpes, los gruñidos retumbaban a través de mí. Perdí un cuchillo que quedó enterrado en la garganta de tipo sobre mí. Me lo quité de encima con un gruñido, la sangre me caía por el brazo, tenía un corte en la cabeza, mi vista estaba cubierta por una película roja, todo tenía un tinte rojo, la sangre se veía brillante, todo menos los ojos turquesa.
Todo, incluso los dos tipos que habían acorralado a Axel contra la pared, maldición, lo dejé solo, un novato contra dos novatos, corrí y salté sobre uno de los atacantes en el momento en que el otro atacaba la garganta de Axel intentando morderlo. Tiré mi último cuchillo contra la cabeza del vampiro que iba contra Axel y sentí la embestida del otro, perdí el aire y caí de espaldas sobre el suelo con la enorme bola de músculos sobre mí, me golpee la cabeza con fuerza ocasionando que el rojo en mi vista se llenara de manchas negras, podría jurar que en ese momento escuché pájaros cantar y que vi estrellas flotar sobre mi cabeza.
Apreté los dientes con fuerza y obligué a mi cuerpo a moverse. No tenía armas, estaba golpeado y había perdido sangre, mi única esperanza era haber acabado con el otro vampiro para dejarle libre el camino a Axel y que pudiera venir en mi ayuda. Odiaba admitir que ocupaba ayuda, pero la fuerza se me estaba agotando cada vez más rápido.
Doblé la rodilla y le di en las costillas al tipo sobre mí, lo golpee con menos fuerza de la esperada, pero no me iba a rendir, seguiría luchando aunque muriera en el intento.
El peso sobre mí desapareció permitiéndome respirar, era extraño, no había sentido que me hacía falta el oxígeno, me giré y escupí un poco de sangre. Escuché que la batalle seguía pero el sonido era más débil, solo dos voces gruñendo.
Me agarré el abdomen con un brazo mientras me ponía en pie, no me quedaría en el suelo para que me siguieran golpeando. Mis piernas estaban débiles pero lograron sostener mi cuerpo, no caería, no lo haría.
Apoyé la mano libre en la pared más cercana y volví a escupir más sangre que se había acumulado en mi boca. Enfoqué la vista y logré ver que la lucha entre Axel y el desconocido estaba bastante mal: ambos estaban sin armas.
Me acerqué al primer asesino que maté y arranqué el cuchillo que había dejado en su garganta. No podía fallar.
Apunté lo mejor que pude y tiré el cuchillo.
Axel lo agarró, claro que había apuntado mal, pero no había sido una acción inútil. Vi como el arma se enterraba en la mandíbula del novato hacia arriba, era un arma larga, pudo haber llegado a su cerebro, pero eso no importaba mucho, había muerto.
Me tiré apoyado contra la pared, Axel cayó junto a mí, heridos, pero vivos.
—Te debo mi vida.

miércoles, 27 de febrero de 2013

Capítulo III: Arnau


Capítulo III: Esa misma noche

La brisa era fresca en el callejón junto a la taberna, yo estaba recostado contra la pared de un lado, observando discretamente al guardaespaldas de Gwennie. El enorme vampiro se veía que tenía gran fuerza, pero podía que no la suficiente agilidad o rapidez, sus pasos eran pesados, más de lo necesario, no sería difícil ganarle en una lucha.
Axel estaba mirando el final del callejón, dándonos la espalda a mí, a su hermana y al guardaespaldas. Yo fingía estar relajado y cómodo con la situación, Axel estaba tan tenso que ni el guardaespaldas hubiese logrado relajar la línea de sus hombros. Por el otro lado, los hombros de Gwennie se movían irregularmente, estaba llorando, su querido hermano la rechazaba.
—Axel, es hora de que me pagues, —dije, sabía que él lo comprendería, pero los demás no.
Se puso más tenso, si es que eso era posible, imaginé que sus ojos estaban abiertos de par en par, su mandíbula desencajada, su expresión de sorpresa. Lentamente movió su cabeza, estaba asintiendo, había entendido, luego la movió ligeramente hacia el gran guardaespaldas. Reí.
—Ningún inconveniente, a trabajar, vamos, —estiré mis brazos detrás de mi espalda, señal de pereza, saqué mi arma con cuidado, luego recordé que debía atraer la atención hacia mí, dejé el arma pequeña donde estaba y me tomé la libertad de buscar el armamento pesado, una pequeña espada escondida bajo mi abrigo. Sentí la mirada del grandulón quemar sobre mí, estaba atento a mis movimientos, no consideraba a Axel un peligro, pero yo era un desconocido, debía vigilarme de cerca, lo cual nos beneficiaba en esta ocasión.
Sentí el golpe en mi costado, me tambaleé un segundo, estaba en lo correcto sobre la fuerza, pero pude haber evitado el golpe, era lento, mucho. Me giré evitando el siguiente golpe dirigido a mi cabeza y le propiné un codazo en la espalda, no lograría hacerlo caer, como mínimo dio unos cuantos pasos en falso, pero caer, nunca.
Me superaba en fuerza, yo ganaba en rapidez; ¿qué sería lo que proporcionaría la ventaja en este caso? Solo esperaba que no fuese muy inteligente, o estaría perdido. Ocupaba que fuera un montón de músculo con nada de cerebro, un montón de fuerza bruta.
Me aparté un segundo, había logrado sacar la pequeña espada de su vaina, no debía dar el primer paso, eso era muestra de desesperación y falta de un plan, y aunque no tuviera un plan no quería demostrarlo.
Esquivó, recibió y propinó golpes, pero seguía sin usar el filo del arma, solo un poco más, un poco más. Podía notar la perplejidad de Gwennie, los miraba aterrada, paralizada. Pero Axel también dudaba, habían pasado minutos y Axel seguía sin moverse, había sacado su arma pequeña, pero no reaccionaba. Sentí el golpe en mi abdomen, ¿de dónde sacaba tanta fuerza?
Apreté los dientes y me obligué a continuar la pelea, no podía perder, no podía rendirme, era momento de acabar con eso, ya no podía darle más tiempo muerto a Axel.
Me alejé como pude y levanté la espada corta, me moví con rapidez entre sus brazos, parecía más una danza que una pelea, no le prestaba atención a Axel, no me interesaba el mundo, estos momentos de pura adrenalina, seguridad, libertad, movimiento; estos momentos eran los que me hacían amar mi trabajo, mi vida.
Sentí como el arma se hundía en el pecho del guardaespaldas y mis colmillos se extendieron aun más, lo ansiaba; los clavé en la suave piel de su hombro y la sangre explotó en mi boca, esto era fuerza, esto era poder.
Me aparté y dejé caer el cadáver ante mis pies, arranqué la espada de su cuerpo y la limpié en su ropa. Me giré para contemplar el resto de la escena: Axel mantenía una mano cubriendo la boca de su hermana para que no gritará, mientras con la otra sostenía su pequeña daga cerca del cuello de su hermana; ella lloraba, las lágrimas corrían por su rostro con fuerza. Nuestros ojos habían sido dominados por los aros turquesas características del poder vampírico, nada más que un fino aro como pupila, podía adivinar que los míos estaban iguales a los de ellos, excepto por las lágrimas en los de Gwennie.
La mirada de Axel penetraba la mía, podía adivinar que quería hacerlo solo, en privado, pero ese era un privilegio que no obtendría, me había pedido que le enseñara, bueno, entonces eso haría. Me volví a recostar contra la pared dando a entender que no me iba a ir, me limpié la barbilla con la mano, estaba lleno de sangre.
Axel comprendió a la perfección lo que sucedía y se resigno a aceptar mi presencia en el callejón.
—Gwennie, —su voz salió más fría de lo que esperaba, eso era un progreso, uno bueno—. Gwennie, ¿qué haces aquí? Fue un error venir, debiste saberlo, sabías que huí por cuenta propia y que no quería ser seguido, estaba harto de la vida que llevábamos, todo era tan… tan aburrido, horrible, cuidado… ¡No podía ser libre, no podía ser yo mismo!
»Solíamos hablar de esto, te contaba que odiaba esa vida que quería huir, ser libre, sin que me controlaran todo el tiempo. Pero tuviste que contarles a nuestros padres, cuantos intentos de huir fallidos, estaba bajo constante vigilancia, todo por tu culpa, mis posibilidades de escapar se redujeron. Por meses planeé como salir de esa casa, nunca dejé de intentarlo. Llegué a contratar a un asesino para librarme de todos y ser libre, pero una noche, después de mucho tiempo sin que apareciera el asesino, logré escabullirme, sabía que sería atrapado pronto, pero debía intentarlo.
»Lo logré, hubo que acabar con unos cuantos guardias, pero al fin logré ser libre, hasta conseguí quien me enseñara a hacer las cosas por mi cuenta. Pero esta noche apareciste y creí que era el fin, pero ¡mira! Tu guardaespaldas está muerto, yo no, pero tú sí.
La sangre salió y murió. Su primer asesinato.

Capítulo II: Arnau


Capítulo II: Unos meses después

Pasaban los días con una lentitud inusitada que provocaba que mi desesperación creciera, pero por más que odiara los días encerrado lejos del sol, a veces llegaba a creer que las noches eran peores.
Pasaban semanas antes de que visitara alguna fiesta solo para mantener las apariencias y para obtener trabajos que no podían ser simplemente entregados en la granja. Mis noches pasaban de la misma forma: cuatro días a la semana pasaba con Axel, endureciéndolo, volviéndolo en el ser frío que deseaba ser, no sabía que me había convencido, si su patética vida o su penoso ruego, cada día era un poco más fuerte, había aprendido a luchar como un verdadero vampiro —usando sus dientes como su arma más fuerte, pero sin utilizarlos en cada golpe— lo haría.
Los otros tres días me iba a hacer los trabajos por los que me pagaban, algunos días mi nuevo pupilo me acompañaba, pero le duplicaba el entrenamiento si vomitaba o lloraba.
En todo el tiempo que había pasado no había hecho los trabajos que Axel me había pagado — Alis, Gwennie, Ingrid, Micaela, Seth, Besarion, Mara, Catalia, Ione— retrasándolos para el momento en que él estuviera listo para su primer trabajo, y el primero sería justo el que me había pedido hacer meses atrás.
Esa noche estaba en un bar de la ciudad central de Dextor, Axel estaba de pie detrás de mi silla mientras le ganaba a todos en las cartas. Todos los que perdían contra mí se mantenían en silencio, aceptando su derrota, pero cuando perdían contra otros no dejaban de alegar que habían hecho trampa o algo similar.
Yo me mantenía en silencio contemplando las riñas que empezaban y terminaban con rapidez. Mi rostro inexpresivo, pero mi cerebro vigilando a cada ser dentro de la taberna. Axel estaba aprendiendo a mantenerse atento al igual que yo, pero su posición era rígida y controlada, todavía le faltaba aprender a parecer relajado y tranquilo, me obligué a recordar que debía hacerlo practicar eso mucho más.
Miré las cartas en mis manos, no tenía forma de ganar esta ronda, ocupaba que los demás tuvieran una peor mano que la mía. Escuché como Axel se movía nervioso, ese chico era de mala suerte, me salí de la ronda antes de perder algo del dinero que ya había logrado acumular frente a mí. Giré mi cabeza y le dirigí a Axel una mirada que podría matar al mismo Diablo si estuviera dirigida a él.
Noté como se tensaba aun más, dio un paso atrás y se volteó, se dirigía a la barra. Un noble oculto entre pobres, eso era lo que era ese chico, no sabía lo que era vivir con escases, luchando por vivir, solo sabía obtener lo que quería cuando lo deseaba, no estaba acostumbrado a no poder saciar su sed cuando deseaba, y bajo mi control pasaba más hambre de la que esperaba, no podía hacer de padre con él y mimarlo, darle dinero cuando lo deseaba, el único dinero que obtendría sería el que me dio para hacer su trabajo sucio, y que ganaría totalmente si asesinaba a los que quería que yo acabara.
Pisadas fuertes se abrieron paso entre la multitud, un guardaespaldas iba escoltando a una joven de cabello rubio como el sol, iba con un vestido naranja, se podía observar que no pertenecía a este lugar, no pertenecía a Dextor, era una intrusa en la taberna llena de maleantes y borrachos, si se apartaba de su guardaespaldas por tres segundos amanecería en una cuneta sin dinero, ropa y ultrajada, de eso no había duda.
Aunque algo en su rostro me resultaba intrigante, sus rasgos me resultaban familiares, era como si fuese familia de alguien que conocía, la hermana de alguien, la prima, la…
Me giré por completo para poder ver la barra donde Axel estaba dándole la espalda a la puerta, aun no había notado que poco a poco el bar se iba quedando en silencio, pero era cuestión de tiempo. Noté como movió la cabeza ligeramente, ya lo había notado, su mano estaba colocada estratégicamente cerca de su arma, solo armas de filo, las mismas que yo usaba.
Lentamente guardé el dinero ganado en el juego en mi bolsillo y saqué la navaja pequeña, la que podía ocultar en la mano, no quería que guardaespaldas me atacara si me veía con un arma. Me puse en pie y me acerqué a Axel mientras este se giraba y se congelaba al ver a la chica recién llegada.
Sus miradas se encontraron, y en los ojos de ella saltaron las lágrimas. Correteó hacia a Axel y le lanzó los brazos al cuello, él parecía una estatua tallada en marfil, su rostro tan pálido como la luna, sus ojos abiertos de par en par por la sorpresa.
—Hermanos, ¿adivino? —interrumpí su momento, aunque Axel fuese un pésimo estudiante me debía su lealtad, no lo había asesinado por invadir mi granja y lo había aceptado como aprendiz, el que mandaba era yo.
—Yo… Gwe… No… —Axel tartamudeaba, no podía formar las palabras que deseaba—. Suéltame, —dijo al fin, su voz tan fría como el hielo.
La chica del vestido naranja se apartó sorprendida y atemorizada, al parecer esa reacción no era la que esperaba.
—Ax, ¿qué pasó? ¿Qué haces aquí? Nuestros padres te han buscado por todos lados, pero…
—Estoy aquí por cuenta propia, huí de casa y no planeo volver, le debo mi lealtad a alguien más. Puedes regresar a Helcron y decirle a tus padres que ya no soy su amado hijo.
Sonreí con suficiencia, el chico no era tonto, sabía lo que le convenía, alejarse de mí no le serviría, contemplé a la chica cubrirse la boca con su enguantada mano.
—¿Por qué no nos vamos? Estamos llamando la atención. Axel, —ordené.
Caminamos frente a las miradas de todos en el bar, la chica y su guardaespaldas nos seguían, entonces lo recordé. Gwennie. Ese nombre, era su hermana, y su primer trabajo solo.

Capítulo I: Arnau


Capítulo I: 50 años después

Tanto tiempo había pasado, pero seguía sin arrepentirme por mis acciones, había cometido crímenes imperdonables, no tenía salvación, pero tampoco la buscaba.
Llevaba la vida que todo asesino a sueldo llevaría: alimentarme sin control, acabar con la vida de todos aquellos por lo que me pagaban, fiestas todas las noches. Poco a poco había mejorado mi población meta, había escalado las posiciones sociales con velocidad, el dinero podía abrir innumerable puertas, pero no las suficientes; Helcron seguía fuera de mi alcance, no podía encontrar la forma de poder entrar a la ciudad de los vampiros en Hankierv.
Todos en Dextor y Salmedra me temían, tal y como en Helcron, Traslum y Laria temían a J, en Dextor y Salmedra temían a Arnau, los dos asesinos más grandes de Hankierv, pero J seguía viviendo la vida de riqueza y poder protegido por el temor de los nobles a los que asesinaba. Lo odiaba, ese asqueroso asesino que no necesitaba más dinero para vivir pero seguía acabando con la vida de incontables seres.
Los “trabajos” llegaban a mí en la noche en forma de sobres sellados. Había cambiado de casa, pero los trabajos seguían llegando a la antigua granja, ahora abandonada, donde había masacrado a mi familia, por lo que me veía obligado a visitar la granja regularmente.
Abrí la puerta principal de mi antiguo hogar y encontré varias cartas desperdigadas en el suelo, había pasado dos meses en Salmedra cumpliendo con varios trabajos que tenía pendientes, no acostumbraba a viajar muy a menudo a Salmedra, por eso solo iba cuando acumulaba gran cantidad de trabajos en esa zona.
Me agaché y empecé a recoger los sobres de distintos colores. Cuatro, siete, nueve. Tenía trabajo que hacer.
Me enderecé y me dirigí a la segunda planta. Observé el pasillo con puertas a ambos lados, mi habitación se encontraba en la última puerta a la derecha. Todo el segundo piso estaba desprovisto de ventanas, no había un solo agujero por donde se colara la luz, mi padre se había asegurado de eso ya que no podía comprar una casa con sótano para vivir.
Esta casa no se parecía en nada a la que estaba habitando por cuenta propia, con mi familia nunca había podido crecer, no podía mostrarme como era de verdad, siempre manteniendo secretos detrás de la puerta de mi habitación, todo oculto siempre.
—No eres el primero en intentarlo, —murmuró Arnau en cuanto abrió la puerta de su habitación.
—Lo sé, por eso no lo estoy intentando, —le contestó una voz desde la oscuridad.
—¿Quién fue esta vez? ¿Nicholai? ¿Desirée?
—A esos no los conozco, estoy aquí por cuenta propia.
—Creía haberlo visto todo, pero estaba equivocado, has atrapado mi atención, ¿qué tienes en tu defensa?
—¿Una bandera blanca?
—Muy chistoso, no tengo tiempo para juegos, tengo trabajo que hacer.
—Alis, Gwennie, Ingrid, Micaela, Seth, Besarion, Mara, Catalia, Ione. —Enumeró—. Todos de Dextor, clase alta entra la baja. Sé muy bien cuál es ese trabajo que tiene que hacer.
—Veo que tienes buena memoria.
—Yo fui el que mandó a matar a todas esas personas, me impacienté porque no morían entonces vine aquí y descubrí que no había recibido mi correo, luego averigüé que estaba en Salmedra por un tiempo y decidí esperarlo.
»He tenido tiempo para pensar las cosas con claridad y he llegado a una decisión que lo involucra, nos involucra.
—¿Ah, sí? ¿Y cuál sería esa decisión tan importante que provoco que me tuviera que esperar tantos días en la oscura suciedad de la granja de mis padres? —Me mofé.
—Trabajaré a su lado, aprenderé a ser un asesino y viviré mi vida libremente, yo… —la voz se detuvo por mi risa.
Sí, me estaba riendo, reía con gran fuerza, de una forma estridente, después de varios años sin hacerlo, reía de verdad, no esa risa fingida que se hace en público para satisfacer a alguien y engañar a otro, sino una risa frenética, incontrolable.
Corrí y sujeté su cuello con una mano, lo apreté contra la pared con fuerza, me acerqué lo suficiente a su oído y a su garganta como para demostrar mi punto.
—¿Alguna vez has matado a alguien? ¿Has visto como la vida escapa de los ojos de tu víctima? ¿Sabes lo que es saber que las personas murieron en tus manos por tu culpa? —Susurré intentando asustarlo, pero no sentía que fuera afectado, parecía calmo—. Pagarle a alguien para que acabe con la vida de otro no es lo mismo a matarlo con tus propias manos. Sentir la sangre de tu víctima escapar con todo resto de vida de su cuerpo.
»Repito, ¿alguna vez has matado a alguien?
Sentí como respiro hondo, era la única señal de que había logrado afectarlo con mis palabras, tenía que admitir, tenía valentía, o mucha estupidez.
—No he acabado con mi familia. No he matado a mis amigos más cercanos. No he asesinado a desconocidos, —aclaró.
—Entonces sí lo has hecho.
Sentí como se puso rígido, había adivinado, sus palabras bien escogidas eran claras, no había duda de que intentaba ocultar algo inútilmente. No pude reprimir la sonrisa que me cubrió los labios, estaba disfrutando ese momento.
—Sí, lo he hecho. Aunque fue más error que algo planeado. Pero… pero…
—Pero lo disfrutaste de todas formas, —terminé por él y supe que había adivinado ya que no respondió—. Dime, ¿a quién?
—Gerhard.
—Siempre me había preguntado cómo había muerto ese bastardo. Así que vienes de Helcron, entonces dime, ¿por qué me mandaste todas estas víctimas de la sucia Dextor?
—Me robaron, no podía permitir que se salieran con la suya.
—Buen motivo, claro está. ¿Cómo lo mataste?
—Yo… —suspiró—. Yo estaba enfrascado en una pelea antes del amanecer cuando él apareció e intentó detenerme, lo dejé inconsciente y huí, pocas horas después nos informaron que su cadáver había aparecido. Incineración a causa de exponerse directamente bajo los rayos del sol, yo lo dejé ahí a morir.
—Creo que eso basta.

Prólogo: Arnau


Prólogo: Arnau

El deseo de sangre controla a los vampiros, pero en mi caso es peor.
Por años viví encerrado, bajo la continua vigilancia de todos, siempre temiendo a todo y a nada, en todos los años que viví con mi familia en un barrio pobre de Salmedra.
Hankierv fue dividido en seis zonas en cuanto fue creado; Dextor y Salmedra son las únicas zonas mixtas,  donde los seres de diferentes razas podemos convivir sin prejuicios ni problemas. Pero toda criatura quiere estar rodeado de sus iguales, Helcron siempre fue mi sueño, el reino de los vampiros, vivir con mis iguales, poder conocer a una aristócrata, enamorarnos y vivir felices por siempre. Pero donde nacer no se escoge y, en un mundo como Hankierv, tampoco se escoge donde vivir, pocos privilegiados pueden vivir junto a los reyes de cada raza, pero muchos nos vemos obligados a vivir junto a las ratas.
Todos los que nacen en las zonas mixtas tienen dos destinos: servir a las familias adineradas que quieran darse el lujo de tener sirvientes a su servicio o trabajar para que el reino prospere, como dicen los reyes, pero lo único que prospera es el grupo de adinerados.
Los libros de historia sobre Hankierv y la Gran Separación dicen que dejamos el mundo de los humanos para poder subsistir en paz y armonía como iguales, pero si ese fue el ideal en un inicio, ya no lo es. La estratificación social es tan marcada y evidente que nadie puede no notarlo. Los ricos son ricos y los pobres mueren de hambre.
Los vampiros luchamos por poder alimentarnos, muy pocos seres permiten que un vampiro beba su sangre para poder subsistir, ya que eso incluye perder un poco de fuerza cada vez que es necesario, lo cual les dificulta realizar sus trabajos. Así nacieron los ladrones de sangre. Vampiros que atacan a los nefilim y a las hadas para robar parte de su sangre y alimentar a sus seres queridos.
La vida en el reino no es lo que se pretendía, los ideales de la Gran Separación se han perdido. Los reyes de los cuatro reinados dejaron de ayudar al pueblo para proteger a una chica, todo porque eso es lo que una profecía les dijo que debían hacer.
El pueblo muere y los reyes engordan. Todos mueren a manos de los asesinos, pero al único al que temen es al que acaba con la existencia de los ricos, a nadie le importa una familia poco privilegiada en Salmedra, por lo que hay que tomar medidas drásticas para sobrevivir, hay que dejar que el instinto le gane a la razón de vez en cuando.
Me convertí en asesino cuando descubrí lo fácil que podía ser acabar con la vida de los demás a cambio de grandes cantidades de dinero, dinero que planeaba usar para alimentar a mi familia, hasta que descubrieron como obtenía el dinero y me repudiaron. Ese día descubrí el peligro que representa ser dominado por el instinto y ser un asesino.
Decir que intenté evitarlo sería mentir, y decir que no lo disfrute también sería una mentira.
Miré a mi familia, los seres por los que daría la vida, o al menos eso creía, los seres que me dieron la espalda incluso cuando encontré la forma de salvarnos y los destruía. Acabé con sus vidas como solo una bestia lo haría.
La sangre se convirtió en la pintura sobre las paredes, las distintas partes de los cuerpos quedaron desperdigadas por toda la casa, intentaron huir de mí, pero no había salvación, había pasado meses entrenándome para poder acabar con la vida de grandes grupos de seres por dinero, sabía que debía hacer cuando me enfrentaba a un grupo más grande, pero también más débil. Sus intentos por salvarse fueron en vano.
En pocos minutos la casa estaba en completo silencio, un silencio mortal. La sangre corría por las paredes y los muebles, caía en gruesas gotas desde mi rostro al suelo, de mis manos, mi cabello, de mí. Las lágrimas no cayeron por mis mejillas, no lloraría la muerte de aquellos quienes me odiaron en sus últimos segundos de vida, no lamentaría sus muertes.
Extrañaría la risa de mi hermana, la sonrisa de mi madre, la fuerte voz de mi padre; pero el recordar su rostro en cuanto descubrieron mi modo de vida provocaría que el odio me volviese a invadir. Esos seres, cuya sangre manchaba mi ropa, no serían añorados por mí, solo eran víctimas que debía exterminar, nada más que eso, basura que tenía que limpiar.
Sentí que el amanecer estaba próximo, por lo que me fui a resguardar del sol, dejando los cuerpos desmembrados donde habían quedado, no me importaba limpiar ese caos, los asesinos no limpiamos nuestras matanzas, solo las llevamos a cabo.
Caí en mi esquina habitual sin siquiera quitarse la ropa manchada de carmesí, caí como un robot, vacío, sin emociones, no sentía nada, la vida era solo un río de sangre en el que bañarse, un sinfín de placeres vacuos de los que regodearse.
Dormí como nunca antes lo había hecho, todo el día fue tranquilo, no soñé, al despertar me sentí descansado, como si hubiese dormido varios días seguidos, lo cual pudo haber sucedido sin que me diese cuenta.
Mi ropa estaba tiesa en cuanto me levanté debido a la sangre seca que todavía la manchaba. Me limpié tanto como pude, quitándome los restos de sangre de la piel y quemé la ropa sucia, dejé la casa manchada de sangre, no me importaba que la descubrieran, en esta tierra olvidada a nadie le interesa si vivimos o morimos, somos solo piezas reemplazables.
Salí a la fría oscuridad, la noche era joven y tenía trabajo que hacer, la vida no acaba cuando todos los seres que quieres mueren ante tus ojos, la vida no acaba cuando todo muere; la vida acaba cuando se nace en una zona podrida y olvidada por todos, la vida acaba cuando a nadie le importa nada.

martes, 26 de febrero de 2013

Capítulo V: Derek


Capítulo V: Fin
Era un honor ser el prometido de una princesa, lo sabía, pero lo mejor de toda esa situación era que no solo era una princesa cualquiera, sino que era su amada. El amor de su vida: Evangeline.
Derek la había amado desde el primer día que la había visto, soñaba con ella, suspiraba por ella. Toda su vida había repudiado su sangre real, odiaba su vida como príncipe nefilim, a diferencia de su hermano Christoph, él no encontraba la felicidad entre todos los bienes materiales que poseían. A pesar de odiar todos los aspectos que conllevaba ser de la realeza, no podía simplemente evitar su vida, era el heredero real del reino de Traslum, no podía darle la espalda a su pueblo, por lo que se tragaba su disgusto y odio. Hasta que conoció a la princesa Evangeline, por ella comenzó a querer su título real, ya que fue por este título que se le permitía casarse con la heredera del reino de Helcron, hogar de los vampiros.
Los días se pasaban con una lentitud agonizante, Derek solo deseaba que llegase el día de su boda, pero las horas parecían no avanzar, los segundos no querían pasar. Intentaba calmar su ansiedad pasando tiempo junto a Evangeline, estando con ella, permitiéndole alimentarse de su sangre, todo por ella.
La víspera de su boda estaba tan ansioso que no podía dormir, por lo que había decidido pasear como lo hacía a menudo, con cuidado escapó del castillo, se escabulló sin ser detectado por un camino descubierto varios años atrás cuando la realeza le repugnaba totalmente. Caminaba por la ciudad nefilim, todos dormían, a diferencia de Helcron, donde toda la actividad se concentraba en la noche, cuando los vampiros podían salir de sus hogares sin temor a morir incinerados a causa del sol.
Las nubes cubrían en gran parte la luna que pendía en el cielo nocturno, la noche resultaba fría sobre la piel de Derek, el aire se encontraba inmóvil, como si esperara algo para agitarse y cortar con fuerza la calma que se apoderaba de la ciudad entera.
El grito que escuchó fue el causante de todo, desde el momento en que ese grito recorrió su ser como dolorosas agujas heladas supo que estaba perdido, intento huir pero ya era tarde lo había descubierto, la muerte vestida de traje se le apareció de frente impidiéndole correr hacia el castillo y la seguridad proporcionada por sus guardias.
Las lágrimas corrieron por sus mejillas, se sentía débil, humillado, pero aun así solo podía pensar en su amada, su futura esposa que quedaría esperándolo por toda su vida, lloró por ella, no por el miedo o el odio, solo por ella, por su futuro sufrimiento, ¿qué diría cuando se enterara de su muerte? ¿Lloraría? ¿Acaso ella lo amaba como él a ella?
El verlo así, tan patético, provoco que Jillian sintiera ganas de vomitar, ese era su príncipe, a él le debía lealtad a ese ser que lloraba en frente suyo, a ese ser tan débil que imploraba en silencio por su vida a un desconocida cualquiera. No solo le repugnó verlo, también le enfadó ver la debilidad de la realeza ante su poder, su deseo de sangre creció hasta que fue incapaz de controlarlo.
El cuchillo de hoja negra como la noche, con empuñadura cubierta de cuero, el cual se había adaptado totalmente a la forma de la mano de Jillian, recorrió lenta y fuertemente la garganta de Derek, provocando que la sangre saliera con tanta fuerza y precipitación que en pocos segundos Derek ya se encontrara en el suelo rodeado por un creciente charco de sangre.
Con una sonrisa de malvada satisfacción Jillian lamió su cuchillo, su lengua se movía lentamente sobre la hoja, la sangre que salía de su lengua al pasar por el filo se mezclaba con la de su víctima, la cual entraba a su sistema a ser ingerida y también por la herida abierta en su lengua. Sintió su propio poder crecer, su estado se volvió eufórico, se sintió capaz de volar hasta la luna y volver. Era omnipotente, lo sabía, podía hacer lo que deseara, nadie lo controlaba, a nadie temía, ni su propia muerte lo aterraba como hacía con otros que se creían más poderosos que él.
Jillian giró y tomó en brazos a la joven que había encontrado en el callejón, la que había gritado en cuanto le puso su mano en el hombro sin hacerle daño, la que se había desmayado en cuanto termino de gritar, la que se encontraba en el suelo con la ropa rota y con lágrimas en los ojos.
Pocas horas después el amanecer llegó, bañando con la luz del sol de un nuevo día el cadáver de un príncipe sobre un río de su sangre, con un profundo corte en la garganta. En cuanto la doncella que lo vio por primera vez lo encontró, grito histéricamente, el pueblo acudió con gran rapidez a la fuente de los gritos, los guardias llegaron muy tarde, no lo pudieron salvar, ni evitar que la noticia se conociese con gran velocidad. Una hora después todo el pueblo sabía que el príncipe Derek había sido asesinado por el asesino “J”, los mensajeros reales junto al rey Angélico cabalgaron hacia Helcron para dar la noticia personalmente.
   En cuanto Evangeline se enteró se encerró en su cuarto, no tenía con quien llorar, era una princesa, no tenía amigos y el pueblo no podía ver su debilidad, por lo que se encerró por dos días donde pudo sufrir sin ser molestada, por dos días rechazó todo el alimento que le quisieron dar, hasta que llegó al punto de estar tan débil que no pudo evitar que sus criadas la bañaran, vistieran y le dieran de comer, la alistaron para asistir al funeral de su antiguo prometido, en el cual estuvo sin derramar una sola lágrima, se sentía vacía, su amor se había hecho añicos, su mundo se había caído en pedazos, su corazón fue desgarrado.